
En el capítulo XXXVII el Caballero de la Triste Figura comienza su monólogo acerca de las armas y las letras, oponiéndose abiertamente a quienes decían que las letras hace ventaja a las armas. Por la calidad de su argumentación y la demostración de su raciocinio, los personajes se asombran de ver cómo Don Quijote puede ser tan cuerdo para algunas cosas y tan loco para otras. El caballero andante argumentaba, en primer lugar, que el pensar que el oficio de las armas solo requiere del cuerpo es no comprender que para ser un soldado o un caballero se hace imprescindible, también, el entendimiento. Esto, porque las fuerzas corporales no alcanzan para "saber y conjeturar el intento del enemigo, los designios, las estrategemas, las dificultades, el prevenir los daños que se temen" (Cervantes, p. 376), pues estas cosas se trabajan mediante la razón y no a través del cuerpo.
En segundo lugar, expone que las letras "humanas", tienen como fin legislar la sociedad en cuanto a la justicia. Sin embargo, las armas lo que hacen es asegurar la justicia mediante la paz y, para Don Quijote, no hay mayor bien que esto, por cuanto lar armas son más importantes.
En tercer lugar, aduce que hay diferencias entre los trabajos del estudiante y del soldado que hacen más noble la labor de este último. Aunque ambos se caracterizan por la miseria en la que se desenvuelven, es mucho menos probable que logre el soldado verse recompensado económicamente por sus labores.
En relación a este último punto, debe comprenderse la situación de los hidalgos en el Siglo XVI: "la alta nobleza había logrado muchos beneficios (...) en perjuicio de los hidalgos, quienes
conforman el estrato nobiliario más bajo en España; por tanto, se lanzan a la
guerra con el fin de alcanzar un puesto más elevado en la jerarquía nobiliaria" (Rincón, p. 121). Así, se ve claramente cómo Cervantes pone en boca de su Quijote las quejas acerca del oficio de soldado que él mismo, en la realidad, desarrollaba. Se aprecia su disconformidad con la situación del oficio en su época, pues el valor que se le da a los hombres de armas, el reconocimiento y las posibilidades de trabajo luego de las guerras, no se condicen con la importancia de estos en la historia de la España del Siglo de Oro. El ser soldado está devaluado en la época, pues su ejercicio implica, incluso, el riesgo de perder la vida, y las recompensas por ello son, muchas veces, míseras. Basta con recordar la historia de cómo quedó "manco" en la Guerra de Lepanto. Esta situación, a su vez, también es retratada, indirectamente, en el texto: "le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo, qué quizá le habrá pasado las sienes, o le dejará estropeado de brazo o pierna" (Cervantes, p. 379). Claramente, en este pasaje del monólogo del Quijote se hace alusión a este hecho.
Podemos apreciar que el Quijote excede la ficción, pues en la historia de este personaje idealista podemos ver un claro reflejo de la sociedad y, porqué no, de rasgos autobiográficos de Cervantes. Esta es solo otra de las características que hacen tan valiosa esta obra para comprender no solo la historia de la literatura, sino que también una parte de la historia universal.
Referencias:
Cervantes, Saavedra (2002) Don Quijote de la Mancha. Primera Parte. Barcelona:Editorial Sol 90.
Rincón, Javier (1986) El mundo social del Quijote. Madrid: Gredos
Referencias:
Cervantes, Saavedra (2002) Don Quijote de la Mancha. Primera Parte. Barcelona:Editorial Sol 90.
Rincón, Javier (1986) El mundo social del Quijote. Madrid: Gredos
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